martes, 27 de abril de 2010


Aristóteles

El vigoroso sentido común de este filósofo lo condujo a apartarse de la creencia de que este mundo no era plenamente real.

Nació en el norte de Grecia, en Estagira, en el año 384 a. C., entre una familia de tradición científica; su padre había sido médico del padre de Filipo II de Macedonia. Bajó a Atenas a los 17 años para estudiar en la Academia de Platón y siguió con el maestro hasta su muerte veinte años después.

Muerto Platón, fue a vivir en Assos, ciudad costera del Asia Menor frente a la isla Lesbos, cuyo gobernante estaba interesado en la filosofía política de Platón e incluso tenía de huéspedes permanentes a dos discípulos de la Academia recomendados por Platón mismo. Había allí una escuela en la que Aristóteles enseñó por tres años. A los cuarenta años fue a vivir a la isla Lesbos donde residía su amigo Teofrasto y parece que entonces comenzó a recolectar el material científico con que trabajaría por el resto de su vida. En el año 342, el rey Filipo de Macedonia lo invitó a ser el tutor de su hijo Alejandro, servicio que prestó hasta la muerte de Filipo en el 336. Tres años más tarde volvió a bajar a Atenas para fundar su propia escuela, el Liceo, llamada así por la proximidad del recinto de Apolo, el Lykeios. Estableció una biblioteca, tal vez la primera en la historia, y aumentó su colección de material científico, principalmente biológico, con la ayuda de sus alumnos.

Cuando en el año 323 llegó la noticia de la muerte de Alejandro, Atenas quiso liberarse del dominio macedónico y en la marejada política se inventó un cargo contra Aristóteles –la vieja acusación de impiedad con que habían matado a Sócrates. Aristóteles se fue a Calcis en la isla Eubea, donde murió un año después.

El influjo de Sócrates y Platón

Aunque por mucho tiempo Aristóteles aceptó toda la filosofía de Platón, con su mundo de las ideas como única realidad, con las transmigraciones del alma, con el conocimiento como recuerdo, su sentido común lo fue llevando a descubrir y rechazar los errores del maestro y a quedarse con los aciertos.

Platón había aprendido de Sócrates que la explicación de las cosas había que buscarla en su fin, en su propósito (la palabra técnica usada para referirse a este enfoque es teleología, del griego telos, fin). Aristóteles lo aprendió de Platón y se quedó para siempre con esa enseñanza. Conocer de qué materia está hecha una cosa nos deja a mitad del camino de la verdad porque, al fin de cuentas, la materia original es común a todas las cosas. En cambio, preguntarnos para qué está hecha una cosa nos lleva a conocer las características que la distinguen de las demás, nos lleva a conocer su forma peculiar porque esa forma peculiar es –toda ella– como una flecha apuntada hacia la función, fin o propósito de la cosa.

El conocimiento de la forma y la explicación del movimiento

El hombre es capaz de conocer la realidad y de hacer ciencia y filosofía sobre ella. ¿Cómo si todo cambia permanentemente? Conocer es hacerse una idea de la cosa, pero la idea permanece inalterada mientras la cosa cambia; algo así sucede con la fotografía que resulta ser imagen de algo que ya no existe porque, un instante después, la luz ha cambiado, los colores tienen tonos diferentes y las nubes otras formas.

Platón había dado por resuelto este problema al transportar la realidad al mundo de sus "ideas" eternas.

El sentido común de Aristóteles lo mantiene aferrado a lo que ve, oye, gusta, huele y toca; esa es la realidad, eso es lo que el científico y el filósofo deben explicar aunque a primera vista parezca inmanejable por cambiante, inmanejable para la razón humana que trabaja con conceptos permanentes. Aristóteles resuelve el problema al ir entendiendo cómo opera la mente humana en su relación con las cosas de la realidad y, simultáneamente, al ir entiendo mejor la realidad. Llega así a dos conceptos nuevos, relacionados entre sí y pilares de su filosofía, el concepto de la forma permanente y el concepto de potencia (dynamis ).

Para aclarar el concepto de la forma permanente recordemos que otra manera de referirnos a las exigencias del sentido común de Aristóteles es afirmar que sólo existe lo individual, lo concreto, digamos Pedro, Juan, Andrés, este caballo concreto, este otro caballo concreto, este gato concreto, este naranjo que está aquí, este otro naranjo que está más allá.

Pensando sobre estos seres individuales –todos distintos entre sí y todos cambiando sin cesar– la mente humana es capaz de ir descubriendo ciertas formas de ser comunes a unos y ausentes en otros, al punto que logra clasificarlos, agruparlos mentalmente. La mente humana ve en Pedro, Juan y Andrés una forma común que llama "hombre", diferente a la forma común al caballo y al gato, y que llama "animal"; a su vez diferente de la forma común al naranjo de aquí y al naranjo de más allá, y que llama "árbol".

Estas formas, comunes a varias cosas o seres, existen en la realidad. La razón humana las descubre en la realidad, no las inventa. La forma de Juan, la que nos hace decir que Juan es "hombre", existe tanto como existe Juan, pero no existe sola, separada de Juan, independiente de Juan. Existe combinada con otras cosas que también hacen a Juan. También existe en Pedro, pero combinada con las otras cosas que también hacen a Pedro. Por eso Juan y Pedro son iguales entres sí en cuanto hombres, aunque las otras cosas los hagan diferentes: el cuerpo de Pedro puede ser más grande que el de Juan.

Estas formas que existen en la realidad aunque sólo existan combinadas con otras cosas, son permanentes, no cambian. Se las ve primero envueltas de otras cosas y lucen cambiantes; pero la capacidad inteligente del hombre las desenvuelve mentalmente, las aparta mentalmente de las otras cosas, las abstrae, y entonces descubre su permanencia. Ya puede compararlas, relacionarlas, agruparlas, hacer ciencia y filosofía, para explicar la realidad, para explicar los seres o cosas concretas existentes.

Resuelto el problema del conocimiento de la realidad, nos queda algo más que decir sobre esa realidad en relación a la forma permanente.

Estamos viendo que cada ser o cosa del mundo natural resulta ser una especie de compuesto. Su forma permanente es uno de los componentes.

Vista desde otro ángulo, esta misma forma permanente es llamada substancia (sub - stare; lo que está por debajo). La palabra griega que usó Aristóteles puede también ser traducida como "realidad básica". Lo cual significa que los otros componentes de las cosas no son "básicos" aunque sean reales. Imaginemos un gato blanco. El gato es una substancia, existe en sí mismo; lo blanco, en cambio, no existe solo, existe en el gato. El blanco del gato es real, pero no es algo "básico" porque necesita estar en el gato o en un caballo o en una pared. El frío tampoco existe solo, aunque existe en la piedra fría. El calor no existe solo, aunque existe en la piedra caliente. Una misma piedra (una misma substancia) puede estar primero caliente y después fría: el componente substancia no ha cambiado; el componente calor ha desaparecido y ha aparecido el componente frío. A estos componentes no "básicos" se les ha llamado después accidentes, palabra que viene del verbo latino accido y que más o menos significa caer encima, echarse sobre algo.

Con las cosas reales compuestas de substancia y accidentes Aristóteles explica el cambio en las cosas del que todos somos testigos y que tantos dolores de cabeza había dado a sus predecesores.

Los filósofos anteriores no habían logrado explicar el cambio porque confundían la expresión "esta piedra fría se ha puesto caliente" con la expresión "el calor se ha hecho frío".

Veamos ahora el segundo concepto anunciado antes, el de potencia (dynamis ), también fundamental para explicar los cambios que observamos y muy relacionado con lo que acabamos de decir. Para Aristóteles, con mentalidad de biólogo, todo tiene un propósito, una función que cumplir; lo manifiesta su forma. Si estudiamos la forma del ojo comprendemos que su función es ver. El ojo es para ver. Sin embargo, los ojos de ciertos animales, recién nacidos, no ven. Cierto, dice Aristóteles, pero sus ojos tienen la capacidad de llegar a ver; son ojos en potencia. La substancia del ojo no ha recibido todavía todos los accidentes requeridos. La forma del ojo no ha alcanzado todavía su plenitud, está en camino, y avanzará por ese camino gracias a una dynamis que le es natural hasta llegar a ver, hasta llegar ser ojos en acto.

La plantita nueva de mango, que viene saliendo de la semilla caída en tierra, tiene un progenitor. Entendemos que el progenitor es autor (causa) de la nueva planta por dos razones: le dio el ser y le dio la misión a cumplir. La naturaleza (physis )de la nueva planta consiste en esforzarse por realizar su propia forma específica tal como aparece en el árbol maduro progenitor.

Para Platón y Aristóteles, el fin, el objetivo, el telos de cada cosa tiene que existir con anterioridad a ella; ese objetivo existente es una perfección (aunque sea relativa) por cuya influencia tiene lugar la actividad del mundo natural.

¿Cuál es el fin, el objetivo, el telos del mundo en su conjunto? Dios, la perfección absoluta.

Cada cosa en este mundo, al realizar lo más adecuadamente posible su propia forma específica –al ir de la potencia al acto de su propia forma– imita, en su manera limitada, la perfección absoluta de Dios. Hacer eso es la naturaleza de las cosas.